EL PLAZER DE CAER (André Luiz Oreglia, 26 de septiembre del 2007)

Estamos programados para evitar la caída, pero esto corresponde a una reprogramación, ya que el niño que fuimos no le molestaba para nada caer, con tanto de aprender como funcionaba el mundo y cuanto más podría llegar a desarrollarse.

Se puede disfrutar del caer si lo aceptamos como parte inseparable de la vida y desde ahí podremos buscar el aprendizaje que ello conlleva y comenzamos un proceso de aprender a caer mejor.

Poseemos tres dimensiones verticales básicas a explorar que son el plano alto, representando las alturas máximas de alcance de nuestro cuerpo, el plano medio, representado dentro de la altura femoral de un cuerpo parado y el plano bajo, correspondiente al contacto con el suelo, el piso.

La gravedad es la fuerza que exige una resistencia a los cuerpos que desean desplegarse del suelo. Por esa razón no cabe pensar que podamos fluir sin nunca caer, porque en estado de no sostenimiento, los cuerpos dependen de bases ajenas a ellos que tarde o temprano de algún lado sucumben.

Pasamos la vida tratando de no caer, creyendo que cuanto más nos mantendremos parados, menos vulnerables estaremos a la dominación externa y menos estaremos propensos al fracaso. Y estos paradigmas tan enraizados en sociedades del mundo, han generado una gran dificultad de fluidez y una ampliación del esfuerzo en el proceso de desarrollo de la humanidad.

Como en el caso del niño, dejarse caer en algunas circunstancias, significa vivir en lo nuevo y no necesitar resistir todo el tiempo, porque hay mucha vida en todas las dimensiones y experiencias diversas en cada una de ellas.

Permitirse caer libera los huesos del gran esfuerzo y mantiene las articulaciones aceitadas y por ende disfrutaremos más de los pliegues, principalmente de rodillas. Y recuerden que huesos fuertes son sinónimo de vida larga y placentera.

Y hablando más concretamente, hoy encontramos muchas posibilidades de desarrollo de esa capacidad de caer y disfrutar. Disciplinas como el baile, las artes marciales, los deportes en si, cada vez hacen más hincapié de la importancia de lo que los futbolistas llaman “dinámica” y el medio holístico y artístico lo denominan “fluidez”. La base de esta experiencia mora en el aprendizaje de equilibrar peso entre el que sostiene y el sostenido, de tal manera que tal denominaciones desaparezcan debido al esfuerzo nulo causado por la equivalencia de tensión, independientemente de las dimensiones de los cuerpos. No es lo mismo caer rolando, que caer estático, por ejemplo, como también aceptar que las bases pueden en algún momento ausentarse y depararnos con el vacío. Podemos casi como establecer como ley que vivimos en una fluidez de incertidumbre y que luchar contra eso es como tratar de frenar la órbita de los planetas, tocas un lado y sentirás del otro. No hay razones coherentes para frenar los procesos de fluidez para quienes logran ver el mundo como un sistema viviente e interconectado. Huesos que resisten y articulaciones que no se pliegan, tienden a romperse con el tiempo, porque se excluyen de la fluidez del mejoramiento continuo y recomposición celular.

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